El jueves 13 de mayo asistí al concierto que Tulsa ofreció en el bar Fotomáton, detrás de la Plaza de España, en Madrid.
10 € la entrada. Un poco cara, creo que los del bar se pasaron un poco.
El concierto excelente. Seríamos unas 50 personas aproximadamente, y tuve la suerte de poderlo ver en primera/segunda fila.
Me llevé la cámara de fotos. Desafortunadamente la escasa luz y la imposibilidad de utilizar el flash me obligó a subir al máximo la sensibilidad ISO, por lo que pido perdón por el grano y desenfoque de las fotos.
Y al final, un breve relato inspirado en el concierto.
¡Salud!
Sus caras se mezclaban entre el pasar fugaz de unos acordes melancólicos, entre el frágil reverberar de las cuerdas de una guitarra solitaria.
Sus miradas se entrecruzaban entre el humo dulce del opio que anestesiaba sus párpados, la sutil ambigüedad de quien asiste a un espectáculo extraño.
Solo unas pocas bocas alcanzaban a articular unos versos inconexos. Y sus gargantas imitaban una melodía abstracta, sobre el murmullo de las botellas llenas de cerveza.
No era yo quien los miraba. Eran otros los ojos que contemplaban su tristeza.
Desfallecían las corcheas del teclado cuando una voz se levantó soliviantada. Cesó la tormenta de luces indiscretas. Y sonaron las lánguidas palabras que habíamos escuchado en otro tiempo y en otro lugar.
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