Acabo de terminar El Corazón Helado, la última novela de Almudena Grandes. Y como me ocurre cada vez que termino la última línea de un libro, me he sumido en un estado de catarsis para exorcizar todos los pensamientos funestos que me han ido acompañando en su lectura.
Su autora deberá sentirse satisfecha. Es un libro que no puede dejarte indiferente y suscita, aunque
sea momentáneamente, un hondo sentimiento de melancolía por la convulsa, ruin e injusta historia de España del siglo XX.
Son un compendio de las tristes historias personales que sufrieron muchos cientos de miles de españoles, tejidas por la genialidad de Almudena con la aguja del destino y el hilo de los lazos familiares de sus personajes.
Como telón de fondo, la Guerra Civil y la cruenta dictadura posterior, la vida de los exiliados, de los traicionados, de los ofendidos, de los perdedores; ésos que obtuvieron su triunfo tarde, y fue un triunfo amargo e injusto, insuficiente para todo el sufrimiento que cosecharon.
Como hilo conductor, una historia de venganza que se va aclarando a medida que avanza la historia. Y es una venganza solitaria, meditada, urdida por el propio destino en la persona de su protagonista sin que ella lo supiera. Y es también la antítesis entre los que quieren guardar memoria y aquellos en los que impera la indiferencia y la sensación de que ese pasado es una historia demasiado antigua, demasiado ajena a ellos, que no merece la pena desenterrar.
Y a esa circunstancia, otro de sus protagonistas y también narrador, no se resigna. Y busca encender las conciencias de los reticentes, y redimir la culpa de los culpables proclamando la verdad de aquellos días aciagos.
Es una novela larga, un tocho en realidad. Pero a mí me gustan los libros gordos porque si empiezo a leerlos y me gustan, eso quiere decir que van a tardar en terminarse. Pero sobre todo es una historia enternecedora que, pienso, busca motivar la memoria de todos nosotros y hacerle un poco de justicia, pero también un homenaje, a tantos españoles fusilados, represaliadaos, encarcelados, expoliados o exiliados. Porque la ideología no debe mezclarse para contaminar un sentimiento tan humano como la empatía. Es mejor dejar hacer al corazón para no helarnos de frío.
Más información: Web de Almudena Grandes
Adhiero en todo al comentario anterior sobre la novela. Puedo agregar que me encantó el juego intertextual entre la novela y la poesía de Machado (desde el título: “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón” y Miguel Hernández: “…quiero apartar la tierra parte a parte, a dentelladas secas y calientes, quiero minar la tierra hasta encontrarte, y besarte la noble calavera, y desamordazarte y regresarte.” Así se expresa Álvaro frente a la admiración que le produce leer la carta de la abuela Teresa, a quien no llegó a conocer).
Historias contadas y negadas, olvidadas y desempolvadas, por los unos y los otros.